KRAUSISMO


Antonia Arrobas y Pérez: Una Historia casi Privada del Krausismo Español

Dr. Juan Antonio González Márquez

Instituto La Rábida / Universidad de Huelva

A Juana María Macías. In Memoriam.


(Artículo publicado en la Revista de la Feria de Talavera la Real en septiembre de 2010)


La historia de la educación contemporánea en España vincula desde el año 1871, y en uno de sus hitos más importantes, a la villa de Talavera la Real y al entonces instituto de Segunda Enseñanza de la Provincia de Huelva, y desde la década de los treinta del siglo pasado Instituto La Rábida.

Nuestra persona de unión es la talaverana Antonia Arrobas y Pérez, nacida el 17 de enero de 1858, hija de Juan de Arrobas, de profesión carpintero, y de María García Pérez. Fue bautizada al día siguiente, 18, con el nombre de pila de Antonia Jesús en la Parroquia de Nara. Sra. de Gracia y por el Ministro Juan Tísico Martín, según la certificación de partida de bautismo que gentilmente me enviaron la profesora Mari Nieves Arrobas Vila y su hijo, el médico Pablo Sánchez Arrobas, más que probables parientes de Antonia.

La importancia de Antonia Arrobas y Pérez sobrepasa los ámbitos de nuestro pueblo y del instituto y forma parte de la ya larga lista de alumnos ilustres de la centenaria institución onubense en compañía de Juan Ramón Jiménez, el pintor José Caballero, el torero Ignacio Sánchez Mejías y tantas otras personas ilustres que pasaron por sus aulas en los más de 150 años de su existencia: Antonia Arrobas ha sido la verdadera pionera en la historia de la Segunda Enseñanza española pues fue, con su decisión y valentía, la primera mujer en hacer el Examen de Ingreso, rito de paso obligado para este tipo de enseñanza y, tras aprobarlo, matricularse oficialmente en la asignatura del primer curso de estos estudios, Primer año de Latín y Castellano.

Hasta ese momento ninguna mujer española había accedido a estos establecimientos oficiales y su única posibilidad de formación era la educación doméstica, básicamente una educación de “adorno” consistente en el aprendizaje de las primeras letras, las reglas básicas, nociones de urbanidad y, si acaso, de economía doméstica, pues el espíritu de la época entendía mayoritariamente a la mujer como “varón imperfecto”, necesitado del cuidado y la tutela de padre y de esposo.

Antonia Arrobas y Pérez rompe esa barrera fáctica y simbólica al hacer su Examen de Ingreso el día 13 de Junio de 1871. El camino hasta esta meta no fue fácil porque había que desbrozar todo un magma legislativo que pudo ser aclarado gracias a los aires de libertad que respiraba nuestra nación tras la Gloriosa y que llegaban a la Monarquía constitucional de Amadeo de Saboya, por esos días en el primer año de su reinado, y a la participación y el consejo de profesores del instituto como el filósofo y pedagogo Joaquín Sama, el director en esos años Horacio Bel, el vicedirector José Gallego de la Paz y el antiguo profesor de Filosofía y ya Catedrático de Metafísica en la Universidad de Sevilla, Federico de Castro y Fernández, Rector, en ese momento que relatamos, de la Universidad Hispalense.

Según la documentación contenida en el expediente de Antonia Arrobas los trámites debieron iniciarse en marzo de 1871 pues el 15 de ese mes remite el Director Horacio Bel una instancia de la interesada al Director General de Instrucción Pública y que debe pasar para su conocimiento, informe y trámite por el Rector de la Universidad de Sevilla (de quien dependía educativa mente el instituto) en la que Antonia Arrobas solicita “se le de validez a los estudios de 2ª enseñanza que tiene hechos y a los que pudiera continuar”. Bel cita en el mismo documento otro anterior, que no consta en el expediente, en el que se recoge lo defendido por el Rector en cuanto a que si la legislación vigente “no se autoriza, al menos de manera explícita, a las jóvenes para cursar académicamente ninguna asignatura de la 2ª enseñanza, es muy probable que el objeto del legislador no haya sido imposibilitar a la mujer, por creerla incapaz de adquirir conocimientos científicos y literarios, puesto que le permite dedicarse a maestras y matronas, sino más bien evitar los inconvenientes de reunir en una clase jóvenes de ambos sexos o tener que montar doble número de institutos para que estuviesen con la debida separación. Pero esto que se corresponde y es natural en la época en que la asistencia a las aulas era obligatoria, carece por completo de razón de ser en el presente, en que solo la sanción del examen basta para dar validez a los estudios privados; así que no sólo encuentro justa la petición de la exponente y natural que se acceda a ella, sino que creo que una orden general que permitiera a las jóvenes probar en los institutos los estudios privados ejercería saludable influencia en la sociedad, puesto que despertaría el deseo de ilustrarse en la mujer, cuya buena educación es un ponderado elemento de felicidad para las naciones”.

El 10 de Junio recibe el Director Horacio Bel un oficio del Rector Hispalense, Federico de Castro, en el que éste traslada una Orden de la Dirección General de Instrucción Pública, fechada en Madrid el 27 de Mayo de 1871 dando instrucciones precisas a la solicitud presentada por Antonia Arrobas; como en tantas ocasiones la respuesta de la administración se queda a mitad de camino: se accede al a petición personal de Antonia Arrobas, pero no se toma la decisión, apuntada por Federico de Castro, de aprobar una orden general que permitiera el acceso a la mujer a la segunda enseñanza, siquiera en la modalidad de “probar” sus estudios privados, toda vez que esa disposición general pudiera “chocar con el recato de nuestras costumbres”. El tiempo demostraría el acierto del Rector y hará modificar la postura de la administración.

Trasladada la información a la interesada el mismo día, se recibe en el instituto escrito firmado por Antonia Arrobas, con fecha de 12 de Junio de 1871, en el que solicita, previo pago de las tasas establecidas, realizar el Examen de ingreso y examinarse de Primer año de Latín y Castellano, que finalmente se realizarían los días 13 y 20 de junio de 1871. Este escrito, de enorme importancia, está garantizado en su veracidad por Joaquín Sama; aún más, cotejada la letra del mismo con la letra autógrafa del profesor Sama en su expediente personal, podemos asegurar casi con todo a seguridad que esta instancia fue escrita por el citado profesor, aunque firmada por la joven talaverana.

Teniendo todos estos datos presentes cabe aventurar una relación estrecha entre Sama y Antonia Arrobas; el filósofo nace en 1840 en San Vicente de Alcántara, población no muy distante de Talavera la Real y podemos pensar legítimamente en la existencia de lazos familiares, de amistad o docentes entre ambos. Sama llega a Huelva en agosto de 1870 tras ganar la cátedra de Psicología, Lógica y Filosofía Moral de nuestro Instituto en Madrid el año anterior. Sabemos que después de graduarse en la Universidad de Sevilla en Derecho y Filosofía y Letras (1866) dio clase de Latín en su pueblo del que fue Juez de Paz y Alcalde y bien pudiera encontrarse la joven Arrobas entre sus alumnos.

Sama fue en Sevilla discípulo de Federico de Castro y Fernández, discípulo directo y albacea testamentario de Julián Sanz del Río, padre del krausismo español; es indudable la influencia de Federico de Castro en Sama que aparecen en la Revista de Literaria, Filosofía y Ciencias, fundada y dirigida por el padre del krausismo andaluz. La trayectoria posterior de Sama no se podría entender tampoco sin sus desvelos por la educación de la mujer (que ocupan gran parte de sus escritos) y la promoción de las clases trabajadoras en su paso por la Institución Libre de Enseñanza y en la segunda Cátedra de la Escuela Normal Central de Maestras de Madrid.

Finalmente hay una coherencia filosófica entre las tesis defendidas por el krausismo (Federico de Castro, Fernando de Castro, Joaquín Sama, Ginér de los Ríos...) con respecto a la necesidad de reconocer y posibilitar la dignidad plena de la mujer y su integración completa en la vida de la sociedad y este pequeño pero gigante paso dado por Antonia Arrobas en Huelva un 13 de junio de 1871.

Antonia Arrobas crearía jurisprudencia pues se acude a su ejemplo cuando desde otras provincias se solicita acceder de forma oficial a la Segunda Enseñanza como es el caso de las mujeres que siguieron la misma senda: María Maseras y Rivera (1871), Clara Costea y Franco (1872) y Elena Rodríguez Castiñeira (1873).

Desde el instituto se tuvo plena conciencia histórica de la importancia del acontecimiento que se estaba viviendo en el último trimestre del curso 1870-71. Así en la inauguración facial del curso 1871-72, momento en que se lee la Memoria del curso anterior (Huelva: Imprenta dela Viuda de Gálvez e hijos, 1872) dice el Vicedirector del centro José Gallego de la Paz:

“Entre los datos estadísticos que se refieren a los alumnos examinados, hay uno que merece especialísima mención, porque él solo forma, en mi concepto, una página gloriosa de la historia de nuestra escuela. Entre los alumnos examinados y aprobados como de enseñanza libre, figura una alumna, Doña Antonia Arrobas y Pérez. Esta joven solicitó de la Dirección de este Instituto que se le incoara expediente en que pudiera consignarse la aprobación de los estudios que tenía hechos ya, y en adelante pensaba hacer de la segunda enseñanza. Informada la solicitud por el Director de escuela y el Sr. Rector del Distrito Universitario, la Dirección de Instrucción Pública dio sobre el caso la resolución siguiente: «En vista de lo informado por el Director del Instituto de Huelva y el Rector de la Universidad de Sevilla acerca de una instancia de Doña Antonia Arrobas en solicitud de que se de valor académico a los estudios que ha hecho y piensa hacer de los correspondientes a la segunda enseñanza; teniendo en cuenta que se puede acceder a los deseos de la interesada sin contravenir a la legislación vigente, porque, dada la libertad de enseñanza y de asistir o no a las clases, no hay obstáculo que pueda oponerse a la práctica del derecho que la recurrente solicita; que por otra parte, aun prescindiendo de los ejemplos análogos y en gran manera luminoso que nuestra Universidad de Alcalá y otros nos ofrecen de mujeres graduadas que han sido lumbrera de las ciencias y letras y gloria de su patria, lo que ni por leyes se prohíbe ni repugna al buen sentido, debe considerarse lícito, la Dirección general de Instrucción Pública ha acordado, sin dar una disposición general que acaso pudiera chocar en el estado de nuestras costumbres, se haga presente á V.S. para que así lo comunique al Director del Instituto de Huelva y a la interesada, que esta tiene derecho a lo que solicita, previos los requisitos que la legislación exige a los alumnos de segunda enseñanza.»

Con esta autorización, y después de haber sufrido el examen de ingreso y cumplido con las demás prescripciones de la ley, Doña Antonia Arrobas se examinó del primer curso de Latín y Castellano, mereciendo la calificación de aprobada. Acontecimientos de esta índole no necesitan comentarios que los realcen ante vuestra ilustración: todos sabéis que la prensa periódica nacional y extranjera, las revistas científicas y literarias de todos los países ilustrados, los hombres que en las naciones cultas han ejercido alguna influencia en el ramo de la pública instrucción, y cuantas personas en fin en algo se interesan por la felicidad material y progreso intelectual de su patria; todos han reconocido que uno de los más eficaces medios para concluir con la mayor parte de los males que quejan a la humanidad en nuestros tiempos, es proporcionar a la mujer instituciones que levanten su sentido moral y mejoren sus condiciones materiales para la vida”.

Queda, finalmente, por escribir la ventura de la vida personal de nuestra Antonia Arrobas de la que se pierde su trastero una vez concluidos sus estudios en Huelva. ¿Volvió a Talavera? ¿Prosiguió sus estudios en alguna otra institución? Es tarea de todos nosotros completar su semblanza vital como reconocimiento mínimo a su gran aventura personal.

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