14 febrero 2021

Carta de Antoñita a su abuela


Escrito de Paloma Ripoll, antigua profesora de francés en el Instituto Rábida, que ha querido recrear lo ocurrido en 1871, contado por la protagonista, Antonia Arrobas, una joven de 13 años, a su abuela.


Querida abuelita:

¡Venividivinci!. ¿Se acuerda usted? Así me sentía yo, vencedora como Julio César, cuando me dijeron que había superado los exámenes. Como le prometí, voy a contarle con todo detalle esta maravillosa experiencia que he podido vivir gracias a usted, mis padres,mi abuelo y el tito JoaquínTengo por delante el viaje de vuelta sin la preocupación de los estudios, aunque tampoco los abandonaré, ya sabe usted que me encantan los libros.


Empiezo por el día en que embarcamos después del viaje a Badajoz, en el que mamá no paró de darme consejos y recomendaciones mientras usted sonreía y me miraba con ese cariño que ambas compartimos. El barco del abuelo, tan necesario para sus negocios y del que está muyorgulloso iba río abajo sin necesidad de vapor y ustedes, que se despedían agitando sus pañuelos se iban haciendo pequeñitas hasta que en un recodo del río no las vi más. Hacía sollas orillas verdes, los  árboles y los pájaros parecía que se alejaban a toda prisa. Comimos en cubierta el abuelo, la tita Juana y yo. Me acuerdo a menudo de su frase, abuelita: “¡ bendita la familia que tiene una tía soltera!”, pues me ha cuidado y me cuida sin descanso, me ayuda con las lecciones, me hace dictados, me trae el chal cuando cree que tengo frío y me da buenos consejos. El viaje, ya lo sabe usted, fue largo y yo aproveché para repasar. De Ayamonte a Huelva el paisaje cambió, con unas maravillosas playas y gran cantidad de aves que nos iban acompañando.De lejos la ciudad se veía rodeada de unas colinas quesegún me explicó el abuelo, se llaman cabezos y son una protección natural contra los piratas y la furia del mar.


En Huelva nos alojamos en casa de los parientes del abuelo, una pareja mayor, que no podía comprender mi afán por validar en un Instituto estos estudios que con su apoyo sobre todo, querida abuelita, he cursado en nuestra casona de Talavera la Real, cuando mi destino era ser ama de casa, esposa y madre. Traté de explicarles que a todos ustedes, en casa, les parecía tan bien, que los trámites de la matrícula los había hecho el abuelo, de acuerdo con el tito Joaquín que es profesor en el instituto, en uno de sus viajes. El abuelito, sonriendo, zanjó la cuestión diciendo que yo valía para todo, como había quedado bien patente en mis trece años de vida.  Yo no dije nada  más, respetuosa con los mayores como me han enseñado, y me quedé con las ganas de comentar que en nada podía estorbar la cultura para ser buena esposa, ama de casa y madre, sino que, al  contrario, sería beneficiosa.


Huelva  es una ciudad marinera, toda ella huele a mar. Incluso vi una calle en la que las señoras casi pueden comprar el pescado desde su ventana al marinero que está en su barca. Hay unas cuantas casonas y muchas obras en construcción, la mayoría de las casas son de uno o dos pisos y en la parte baja de los cabezos hay casitas incrustadas, lo que resulta muy curioso. Ahora se ven secos pero en primavera, verdes y con flores, deben de ser dignos de ver.


Y llegó el día más emocionante de mi vida. Tita Juana me inspeccionó de arriba abajo, desde el peinado que apenas se veía bajo la capota azul a los zapatos que brillaban, pasando por la blusa blanca con encajes en los puños y la falda de florecitas; me dio un beso, me colocó un mechón de pelo y del brazo del abuelo salimos los tres rumbo al institutoAntes pasamos por una iglesia muy antigua, San Pedro. Entramos y como era el día de mi santo, a él me encomendé y recé por toda nuestra familia. Salí reconfortada y, con paso seguro, llegamos al instituto. ¡Qué emoción, abuelita! Es un gran edificio, Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, decía un enorme letrero. El corazón me latía muy fuerte. Respiré hondo, crucé una mirada con el abuelo y entramos en el gran patio donde nos esperaba el señor director con algunos profesores,  entre ellos el tito Joaquín. Yo iba, como usted me aconsejó, erguida y  orgullosa de haber llegado hasta allí pero con los ojos bajos expresando modestia, no fueran a pensar que era una descaradaNos condujeron al despacho del director que nos habló de su satisfacción al recibir a la primera mujer española que se matricula en Segunda Enseñanza, a lo que el vicedirector añadió que era una página gloriosa de la historia de su escuela. Yo lo sabía pero los discursos, los saludos y las presentaciones se me hicieron larguísimos porque estaba deseando  empezar el examen. Por fin uno de los profesores nos condujo a tita Juana y a mí a un aula grande que estaba vacía. Como no debenmezclarse hombres y mujeres no vi un alma por los pasillos. Se oían voces en las aulas vecinas, pero no  vi a nadie. Allí se quedaron dos profesores y tita Juana, muy seria, leyendo un libro.


“Alea jacta est”, me dije, ya sabe usted cómo me gusta el  latín. El examen de ingreso me resultó fácil: una multiplicación y un dictado que me aprendí para poder contárselo y que le transcribo:”Justicia es la reina de todas las virtudes. Dios al bravo mar refrena con muro de leve arena.”En Gramática castellana qué es el nombre y de cuántas clases es, qué es verbo, la conjugación del verbo apostar y en qué consiste su irregularidad.


Cuando terminé, atravesé aquellos pasillos desiertos y en el despacho me recibieron las sonrisas del abuelo y del tito, que me preguntó si lo había hecho bien, a lo que le contesté, muy seria, que creía que sí, y a él le brillaron los ojos, se notaba que estaba orgulloso de mí. Después de despedirnos cortésmente nos fuimos a celebrarlo a un mesón cercano a la ría, donde el abuelo nos invitó a unas gambas blancas riquísimas y unas lonchas de jamón. 


Y por la tarde, volvimos a embarcar, esta vez rumbo a casa. La carta y yo vamos a llegar juntas, por supuesto, pero quería que usted y mamá conocieran mis impresiones y las tuvieran por escrito, Littera scriptamanet, como dice siempre mi querido don Baudilio, que se va a alegrar de mi éxito tanto como ustedes dos.  Ahora voy a descansar leyendo a Bécquer, mi escritor favorito que ha muerto el año pasado, tan pronto físicamente pero que vivirá para siempre en sus obras. La admiración y el cariño son cosas que nunca se gastan, como las que usted me inspira, querida abuelita. También pienso que seguramente mis hijas podrán estudiar y examinarse como yo y que les he abierto el camino; es una idea que me encanta. Que el Señor nos la cuide, querida abuelita, y nos permita quererla durante muchos años. Nunca olvidaré que a usted debo esta experiencia por la que las tres  mujeres de la casa hemos luchado hasta convencer al abuelo y a papá.


Muchos besos de su nieta que tanto la quiere tanto.




Antoñita





1 comentario:

  1. Muy bueno, querida Paloma. Siento no tener facilidad para la pluma, es una d mis asignaturas pendientes. Lourdes.
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